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A un año de la pandemia… ¿qué?

Es increíble lo relativo que es el tiempo… ya lo decía Einstein; estamos a un año de la pandemia y, por un lado, siento que se me ha pasado volando y, por el otro, se me ha hecho eterno.

Y no tiene que ver con que las mujeres somos volubles o cambiantes o que, de plano, no hay quien nos entienda.

Va más allá de pensar si el tiempo es real o sólo es cuestión de perspectiva.

Lo que sí, ha sido un año muy diferente; y también es cierto que empezó de una forma y se ha ido componiendo por el camino.

Los primero días del año de la pandemia

Para mí fue total y categóricamente desastroso… y la verdad es que no tiene nada que ver con el poder o no salir de casa.

Fue, más bien, el rollo de la escuela en línea. Reconozco que mi temperamento y mi perfeccionismo hicieron que la opción me pareciera estupenda pero las formas me volvieran loca.

Ahora, a un año de la pandemia, entiendo totalmente que a todos nos agarró desprevenidos… vamos, de bajada y sin frenos, pero sentía que los maestros deberían estar mejor preparados, no para la contingencia, sino a nivel académico y tecnológico.

¡Claro que a las mamás (y también a muchos papás) nos fastidiaron bastante! y no lo digo por los maestros, sino por la situación; pero los maestros se pasaron un montón con todo lo que delegaron en casa y con todos los comentarios que dejaron caer por las redes.

Además de no estar cumpliendo con lo que, yo considero su trabajo y vocación (según), dejándonos a nosotros la mayor parte de la carga de enseñanza también iban por la libre haciéndonos sentir culpables porque no podíamos o para que viéramos lo que ello tenían que soportar.

Eso fue superior a mí…

Así como nosotros teníamos que chutarnos sus comentarios (antes de la pandemia) diciéndonos que la educación se daba en casa y que el respeto y los valores eran cosa de papá y mamá; que a ellos sólo les correspondía la parte intelectual o cultural; pues así yo me rebelaba ante tener que enseñar Biología, Matemáticas, etc. Pero no! Si se me ocurría hacer algún comentario al respecto resultaba que yo era la «mala madre» por no ser «capaz» de hacer lo que ellos deberían estar haciendo.

Reconozco que al principio fue muchísimo mi enojo… intentaba venderme la idea a mí misma de que esto era trabajo de equipo, pero nada más sentía que yo era la parte del equipo que trabajaba, porque los maestros ni siquiera leían mensajes, dudas o sugerencias y, peor aún, no daban clase como tal.

¿Mejoró la situación?

Muchísimo… hoy estamos más calmados todos. Cada uno asumió su parte y su responsabilidad.

Ahora dan sus clases, dejan tareas adecuadas para el reforzamiento en casa y están pendientes de estar al día en calificar tareas y responder dudas. Por lo tanto, en casa también mejoró todo en ese sentido… Pudimos organizarnos mejor en cuanto a los tiempos de cada enano y los míos.

Ellos ya son totalmente independientes y se encargan de todo, ya sólo me buscan para algún apoyo sobre algo que no acabaron de entender bien. Pero, en general, todo marcha sobre ruedas, tal como era cuando las clases eran presenciales.

A un año de la pandemia, con lo que todavía no puedo es el cubrebocas

Aquí voy a ser totalmente honesta (también ja ja ja)… no puedo con la idea de usar esa cosa como parte de nuestra «normalidad».

No soporto ver a la gente publicando fotos con eso en la cara, ¿cuál es el objetivo?

El efecto visual que provoca en mí es de vivir tapados y callados y me niego a ser parte de ese rollo.

Ni me tapo ni me callo

Es por eso que mis enanos y yo llevamos un año encerrados, porque yo no quiero vivir así y tampoco quiero que mis enanos se acostumbren a vivir así.

Los quiero, me quiero, nos quiero a todos los seres humanos libres de máscaras y de tapaderas.

Me ha costado mucho asimilar que para salir de casa tengo que esconderme y callarme… no soy de salir de mi casa, amo mi casa y me encanta estar dentro, pero el hecho de que sea prohibido, que no sea mi decisión, hace que me cueste mucho trabajo; pero me niego a salir así.

Mi vida se volverá «NORMAL» el día que pueda salir a la calle LIBRE y sin miedo a enfermarme o a que una bola de inconscientes me contagien algo.

Ha sido un tiempo de muchísimos aprendizajes, de mucho auto-conocimiento, de muchísima convivencia con mis enanos que ha mejorado a lo bestia nuestra comunicación y relación.

A un año de la pandemia puedo decir que hemos superado la parte más difícil y estamos valorando más cada detalle, cada momento para que el día que volvamos a ser libres lo disfrutemos al máximo, con plena consciencia y responsabilidad.

firma Rocio Casas

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