La verdad es que nunca he sabido que escribir en un “sobre Gabriela Castelo”, me es un poco difícil escribir o
contar en palabras algo que me pueda describir.
¡Qué! ¿tengo que hacer un sobre mi?
A lo mejor si tuviera 20 años menos te podría decir que soy un desmadre muy divertido, que mi
vida es color de rosa y que soy tan feliz que hasta un unicornio me envidiaría. Pero ya no tengo 20
años, ahora tengo 42 cumplidos y sigo siendo un desmadre, ahora no sé si es divertido o no, pero
de que lo soy lo soy.
La cosa aquí es que, después de 20 años y sentir que cagaba arcoiris me encuentro con que no… la
vida se fue destiñendo poco a poco hasta que llegó a un pardo feo, sin color atractivo, sin ganas y
con ganas de que me secuestren los e.t. y me regresen a mi casa.
Y así pasaron varios años…
Luego llegué a los cuarenta y me di cuenta de que estaba en depresión, tipo post-parto porque
acababa de dar a luz a mi adultez, cosa que hasta hoy hubiera preferido seguir cagando arcoiris y
pensar que la vida era color de rosa, pero ¡noooooo!! Llegó el tiempo de darme cuenta de que la
mujer de las cuatro décadas de Ricardo Arjona llegó a mi vida, con esa pinche grasa abdominal que,
por más bici, yoga o jugos detox, no se quiere ir, ya hasta la quiero mucho.
En ese trance de cambios y aceptaciones, llegó mi separación con el papá de mis hijas, después de
10 años juntos decidió que ya no quería estar conmigo, ahí fue cuando el pinche unicornio terminó
de suicidarse, y ahora sí…
Las canas empezaron a verse más, mi cara comenzó a transformarse en una bruja de cuentos, mis
hijas se convirtieron en una máquina de mocos y caca, todo para mi estaba mal, horrible,
desgraciada vida estaba acabando conmigo, realmente estaba en un hoyo negro interminable.
Para no terminar llorando las dos y querer ir a buscar a los inútiles del mundo, te voy a contar que,
después de esa tormenta de errores, de desilusiones, de dolores, de aceptaciones, de fracasos, de
desapegos y de sentirme la más jodida del mundo, te puedo decir que hoy día vuelvo a cagar
arcoiris, la cosa fue intensa, pero gracias a mi llegada al cuarto piso he vuelto a sentir esas ganas
de hacer lo que me gusta, lo que me sale de los ovarios o de los huevos como dice Rocio, de donde
sea que salga; pero sale desde muy dentro y es algo que me devolvió a mi unicornio y mis ganas de
vivir, mis hijas siguen siendo una máquina de mocos y caca pero ahora les festejo todos sus
fluidos.
Rocio Casas y Gabriela Castelo
Y en este punto ¿qué te puedo decir de mi Rocio? Que es lo mejor que a mis cuarenta me ha
pasado, es la olla de oro al final de mi arcoiris, ella es una mujer tan fuerte que, si no te haces un
roble a lado de ella sí que necesitas ayuda, mucho de que yo me sienta orgullosa de lo que hoy día
soy es por ella, y por eso estamos aquí las dos.
Somos dos almas distintas, pero dos almas con un acuerdo más allá de este plano, yo soy
extraterrestre y ella es un Ángel (literal créeme), que tenemos el acuerdo de llegar a muchas almasy darnos cuenta de que todavía levantamos pasiones y de las bajas, de esas que hacen que la pielse erice… La cosa aquí es transitar por el cuarto piso con las ganas de llegar a los otro cuatro con
las mismas fuerzas de siempre, cagando arcoiris y riéndonos de la vida, agradeciendo todos los
días lo que somos, lo que fuimos y lo que vamos a ser.
Y este es el sobre Gabriela Castelo