Eso dicen las «malas lenguas»; que si amas lo que haces, jamás trabajarás en tu vida…
La verdad es que sí es así; cuando realmente amas y disfrutas lo que estás haciendo no se siente como si fuera un trabajo porque, en realidad, no te cuesta esfuerzo, más bien lo gozas.
Ahora, ¿qué pasa si lo que «tienes que» hacer es algo que no amas o no disfrutas?
He ahí el dilema… si no amas lo que haces.
En mi caso, por ejemplo, no me gusta cocinar, detesto lavar y doblar ropa, me choca estar recogiendo tiraderos, me molesta tener que apoyar a mis enanos en investigaciones de temas que, para mí, deberían explicar los profes en clase, etc.
Así que como ves, esto va más allá del trabajo en casa a los cuarenta.
Las mujeres del 4to Piso que trabajamos en casa desde hace años sabemos que lo que hacemos como trabajo es algo que nos apasiona, la mayoría empezamos a trabajar en casa para, precisamente, dedicarnos a algo que amamos hacer.
Entonces, nuestro trabajo es algo que amamos y que no sentimos como trabajo; el problema es todo lo que implica trabajar desde casa, ya sea para nuestro trabajo o para «cumplir» con nuestras obligaciones.
No te voy a mentir, a mí me ha costado un huevo, y la mitad del otro, lograr conciliar todas mis obligaciones con mi trabajo. El ser mamá, esposa, hija, con sus sub-profesiones combinado con el tema emprendedor, también con sus sub-temas, ha sido todo un caos mental, emocional, empresarial, psicológico y todo lo que te puedas imaginar.
Hasta hace unos meses era un caos total…
Y si, además, le sumas todas las cosas que nos han metido en la cabeza, en forma de educación o cultura, la cosa se complica más.
Como mamá «tienes» que estar pendiente de tus hijos, de cubrir todas sus necesidades (aunque, a veces, tú no veas sus necesidades como tal), preparar desayunos, comidas y cenas; ropa limpia, doblada y acomodada; cuidarlos si les da gripe o si se atoran con una tarea. Como esposa «tienes» que estar pendiente de tu marido, no descuidarlo, no vaya a ser que se busque otra porque tú ya no te arreglas, ya no te cuidas o no lo atiendes.
Ahora, tu trabajo, crea, saca fotos, publica cincuenta veces a la semana, escribe posts, arréglate para hacer fotos, vídeos… Instagram, Facebook, Telegram, YouTube, bueno hasta Tik Tok…
Sólo de escribirlo ya me cansé…
¿Cómo logro yo poner orden en todo este desmadre?
No lo hago… sí, como lo lees, no intento ordenar nada. Si amas lo que haces no necesitas ordenarlo.
Me di cuenta que gran parte de mis crisis y bajoneos venían, precisamente, de intentar ordenar todo.
Cuando caí en la cuenta de eso, puede analizar y entender que yo sólo puedo controlarme a mí misma y lo que esté en mis manos; para empezar.
Así que yo no puedo organizar mi día pensando que sólo porque yo ponga en mi agenda, mi libreta o mi bullet journal que se desayuna a las 7:00, se hace ejercicio a las 8:00, se baña a las 8:30 y se empieza a trabajar a las 9:00, el resto del personal va a acatar esos horarios.
Cada uno tiene sus prioridades y sus horarios, si bien hay algunos que son inamovibles, como la hora de la comida, lo cierto es que no vivimos con cronómetro en mano.
Por otro lado, hay otras que tampoco están en mi control, como la velocidad del wifi, las peticiones de los profes o los cambios de humor de los otro cuatro integrantes de esta familia.
Mis tips para disfrutar todo lo que «tengo que» hacer
- Primero que nada, me meto en la cabeza que yo no «tengo que» hacer nada, lo que sea que haga lo haré si me da la gana. Una vez que realmente me la creo, entonces es más fácil lo que sigue.
- Todo lo que haya que hacer lo hago con el pensamiento de que lo hago POR MÍ; no lo hago por nadie. Esto ha hecho que ya no me molesté o me enoje por lo que hacen los demás. Por ejemplo: el recoger tiraderos, los recojo porque a mí me gusta mi casa recogida, no porque les haga el favor a los demás. Dicho sea de paso, esto funciona en consecuencia; una vez que te ven haciéndolo, ellos empiezan a hacerlo también.
- Algo que detesto de verdad es hacer de comer; no sé si te lo he contado, pero yo nunca tengo hambre, así que no le encuentro sentido a estar cocinando, ni el gusto por la cocina; comer sin hambre hace que cualquier cosa que como, porque lo necesito biológicamente, me sirve. Lo que hago para que sea más llevadero es combinarlo con algo que me encante, así que pongo música a todo volumen y canto y bailo con toda la energía mientras me muevo por la cocina; esto hace que medio me olvide de lo que estoy haciendo porque estoy enfocada en algo que sí me gusta.
- Para doblar ropa, suelo poner música relajante y aprovecho para meditar (soy de la idea de que no necesitas cerrar los ojos y vaciar tu mente para meditar). He hecho de cada doblez un sistema de concentración y meditación.
- Cuando quiero hacer limpieza profunda de casa, me enfoco en la idea de mover energías, así que cambio la decoración; si bien no muevo los muebles de una habitación a otra, sí que les doy otro toque, eso me lo hace más fácil.
- En cuanto a las tareas, he logrado proyectar mi mantra de vida «todos los días se aprende algo nuevo» en ellos; así que cuando toca apoyar a mis enanos, en vez de enojarme y desesperarme por todo el tiempo que voy a perder, me enfoco en que yo también voy a aprender algo nuevo y en que el aprendizaje no tiene prisa. Me ha funcionado al 100, porque aunque no aprenda nada de la asignatura como tal, siempre aprendo algo de tecnología o, mejor aún, aprendo algo de mis enanos; incluso, todavía mejor, se ha convertido en una forma de tener tiempo de calidad juntos, porque aprovechamos cualquier tema para platicar y conocer nuestras opiniones.
- Con respecto a mi trabajo, ya no me complico por tooooodo lo que se supone que tengo que hacer, hago lo que me da la gana cuando me da la gana. He descubierto que cuando intentas ser alguien que no eres nada funciona, en cambio, si te dejas ser, totalmente honesta, todo sale bien. He logrado publicar y «cumplir» más sin la presión de tener que hacerlo cuando he decidido no hacer lo que me digan que debo hacer; todo sale naturalmente si amas lo que haces.
Sólo puedo decirte que lo mejor que podemos hacer para no sufrir cuando hacemos algo que no nos gusta es combinarlo con algo que amemos o disfrutemos un montón, eso hace que nos enfoquemos en otra cosas y lo otro sale más rápido, casi sin darnos cuenta.