No soy lo que los demás quieren de mí. He llegado a este punto de mi vida donde estoy realmente agotada de no ser lo que los demás quieren de mí.
Estoy cansada de oír quejas o comentarios sobre lo que soy, lo que me pongo o lo que hago; peor aún, no hacer comentarios pero ver las expresiones en sus caras mientras te dicen que todo está genial.
Que si debería educar a mis enanos de tal o cual forma, que si me veo ridícula con el pelo pintado de rojo, violeta, azul, naranja, amarillo… que si debería ser más femenina, que si mi casa no está impecable.
Es realmente agotador pasar cuarenta años de mi vida intentando complacer a los demás, para que no se molesten, para que no me dejen, para que me quieran.
Ha sido tanto el tiempo sin tenerme el más mínimo amor a mí misma que he dejado que me lastimaran, que me jodieran, que me pisotearan todo lo que les ha dado la gana.
Mientras me necesitan y yo estoy ahí, todo es perfecto, pero en cuanto intento dar mi verdadera opinión sobre algo, inmediatamente, empiezan las jetas, las burlas o los comentarios sarcásticos.
Uno intenta ser la “buena onda”, la que siempre está disponible, la que “aguanta vara” y la fuerte, la que no se deja vencer por nada ni por nadie. Esa mujer a la que parece que nada la afecta, esa que escucha comentarios como “normal, ella nunca tiene problemas, tiene tanta suerte”
Y un huevo…
La suerte no existe, la suerte se crea.
Soy fuerte, pero no soy de piedra; hay cosas que me duelen, que me molestan y que me joden muchísimo.
Nadie, jamás se ha tomado cinco minutos para preguntarme si alguna vez he sentido miedo. Y curiosamente, soy una mujer muy miedosa (fanática de las pelis de terror, pero muy sacatona para la vida).
He crecido y madurado, creyendo que la amistad no existe porque siempre he tenido la sensación de que la gente sólo es amiga mía si le soy útil, si no, es como si no existiera.
A veces (muchas veces) he pensado que lo mejor que podría pasarle al resto del personal es que yo desapareciera, lo más doloroso es cuando llego a la conclusión de que ni siquiera lo notarían.
Por eso es que ahora estoy trabajando muchísimo con mi autoestima, mi amor propio y mi dignidad.
Ha sido tanto tiempo intentando ser lo que los demás quieren de mí que, en algún punto, me perdí y llegué a un lugar donde ya no sabía quién soy realmente y qué es lo que realmente quería o no quería en mi vida.
Ahí es donde me encuentro ahora, en este re-conocimiento de mí misma.
Hubo un día en el que decidí que ya no más. Ya no intentaré complacer a nadie, si me quieren dejar, que me dejen; si me quieren querer, que me quieran.
Lo que sí tengo claro es que ya no voy a complacer a ninguna otra persona, sólo a mí misma. A partir de ese día, me levanto pensando en mí y sólo en mí, lo demás sucederá, en consecuencia.
Yo no puedo vivir la vida de los demás, es decir, no puedo ser responsable de sus rollos existenciales, no soy la solución de nadie y mucho menos… su basurero.
Hoy me miro al espejo y me gusta lo que veo, así, quien me ame, amará lo que soy y lo que hago… si no… la puerta es igual de grande para entrar que para salir.
Esta soy yo porque quiero, porque puedo y porque me sale de los huevos…