Hoy sale más tarde este post porque, literalmente, hoy soy más mamá gallina que nunca y estoy súper orgullosa de mis enanos.
Algo que trae el 4to piso, para la mayoría de las mujeres, es que nuestros “enanos” empiezan a crecer y mucho más allá de lo físico, en el tema de madurez.
A estas alturas del partido pasamos por los cambios más importantes de nuestros enanos; la secundaria, la preparatoria… la universidad; y todos esos cambios van encerrados en una sola etapa: la adolescencia. Mientras que nosotras estamos en un vaivén de emociones debidas a todos los cambios propios de nuestra subida al 4to piso; llámale crisis o como quieras.
Uno va viendo como esos enanos se estiran en las vacaciones de navidad, de semana santa, de verano y no prestamos tanta atención, como deberíamos, a que el tiempo corre muy deprisa y cuando nos queremos dar cuenta ya no son nuestros enanos… ya son el “flaco, gordo, cariño, corazón” de alguien más o ya empiezan a buscar sus propios horizontes y a cumplir sus propios sueños.
Lo cierto es que en estos momentos soy la orgullosa mamá gallina de un universitario
Así es… mi enano menor, de recién cumplidos 17 años, acaba de recibir su pase de admisión a la Universidad. En unos diez días empieza a cumplir el primero de sus sueños a nivel personal y de forma completamente independiente.
Fue su decisión y aclaro, su decisión en un momento de su vida en el que, tomar decisiones para el resto de su vida, podría ser complicado.
En este día en especial reflexioné mucho sobre eso
Mientras llenaba ya toda la documentación para darlo de alta; me llegaron de golpe todas esas conversaciones donde se preocupaba por tomar la mejor decisión y en las que sentía que era mucha la responsabilidad que se le venía encima.
Ya hablé en otro post sobre este tema, el hecho de tomar decisiones o de hacer cosas con la frase “para el resto de tu vida” suena demasiado fuerte y carga la vida, la mente y el alma con muchísimas cosas, sobre todo, si hablamos de un niño, porque eso son a los 16 años.
Algo que se tiene claro en esta familia es que no exigimos nada, lo único que pedimos es que en todo intenten ser la mejor versión de sí mismos.
Tenemos claro que no importa a qué se dediquen en la vida, lo que estudien o en lo que trabajen lo importante es que siempre intenten ser el mejor, pero no comparado con nadie más, sino con ellos mismos.
Que cada día aprendan algo nuevo, que se motiven, que se ilusionen, que tengan la convicción de que pueden ser lo que quieran, pero que jamás se conformen con menos; se merecen lo mejor y para ello hay que tener la convicción de ser lo mejor.
Esto también implica que se vale cambiar de opinión.
Hasta el día de hoy, mi enano mayor está convencido e ilusionado de estudiar Licenciatura en Psicología; ahora bien, puede que pasen algunos semestres o meses, tal vez; y decida que no le apasiona tanto o que encontró otra vocación; y se vale.
A esto es parte de lo que me refiero cuando digo que tengamos cuidado con las frases que nos encadenan a decisiones tomadas; la vida es una, pero las circunstancias y las situaciones son diferentes a lo largo de ella y todo puede pasar.
Si nos empeñamos en seguir sueños ajenos, cumplir expectativas ajenas o en aferrarnos a alguna decisión tomada, es cuando nos volvemos amargados, sin ilusión y, peor aún, cuando hablamos de caer en crisis.
Por lo pronto, yo soy una mamá gallina súper orgullosa de mis enanos porque ambos son chicos de un gran corazón, independientes y soñadores; pero sobre todo, responsables.
Eso hace que yo me sienta más tranquila, después de todo, creo que no lo estoy haciendo tan mal.