Creo que ya hablé un poco de ello antes, pero quiero escribir este post explicando lo que yo pienso sobre cómo nos afecta la crisis de los cuarenta.
Lo cierto es que la idea de esta página web y todo lo que hacemos como parte del 4to Piso es un conjunto de experiencias, más que una forma de enseñar o aconsejar a alguien.
Llegamos a ese punto de nuestras vidas en donde nos dimos cuenta que, aunque viviendo situaciones súper diferentes, teníamos muchísimas cosas en común.
Y no tenían que ver con lo que vivíamos en nuestros entornos sino cómo nos sentíamos de forma individual
Este punto es al que me refiero cuando digo que nos afecta la crisis de los cuarenta.
Y es que, independientemente de ser hombre o mujer, todos los seres humanos llegamos a un momento clave en nuestras vidas, que no, exactamente, es a los 40 años, pero sí que es un parteaguas entre lo fuimos y queremos ser.
No tiene que ver tanto con nuestro entorno o la situación que estemos viviendo sino con una especie de madurez mental que nos lleva a cuestionarnos cosas importantes para nuestro futuro.
En mi caso, la pregunta, cuestión o “crisis” llegó cuando, de la nada, empecé a pensar que había llegado a la mitad de mi vida sin hacer o lograr nada importante y nada que, realmente, me hiciera sentir satisfecha; peor aún, útil.
Mi más grande pesar era ese: sentirme inútil
Me había convertido en todo lo que quisieron que fuera, en lo que me dijeron que era el orden natural de las cosas… y así me fui.
Estudié cuando tenía que estudiar, me casé (no exactamente a la edad que hubieran preferido pero lo hice), tuve hijos y me convertí en toda una señora de familia. Hasta entonces seguía el camino indicado.
Pero llegó ese día en el cual eso dejó de tener sentido para mí
Caí en la cuenta de que tenía una vida maravillosa (de hecho la tengo), un esposo genial, unos hijos extraordinarios y todo lo que cualquier mujer, a mi edad, desearía tener (o eso me decían, no estoy tan segura de tooooodas las mujeres estén deseando eso); pero la verdad, es que me cayó un balde de agua fría con esas últimas palabras: “cualquier mujer desearía”, pero me quedé pensando que quizás no todas la mujeres estarían deseando eso; es más, no era algo que yo hubiera deseado en mi niñez ni en mi juventud.
Obviamente no me arrepiento de absolutamente nada de lo que hecho y tengo en mi vida; me arrepiento de todo lo que no hice por cumplir sueños, expectativas e ideas de otros.
Y ahí fue cuando entré en crisis, mi crisis de los cuarenta
No es que me duela lo que tengo o lo que conseguí, no es que me estorbe. Me duele lo que no cumplí, lo que dejé de hacer.
Mis sueños se quedaron archivados y llegó un momento en que empezaron a gritar.
Me empecé a sentir inútil porque, además de no hacer nada por mí, lo que hice y hago, cumpliendo lo que otros quieren o esperan, resulta que, por encima, lo hago mal.
Me cansé de pasarme la vida haciendo lo que me dijeron que era lo correcto o lo que me tocaba, para que siempre resulte que lo hago mal.
Entonces, vivo en una lucha constante conmigo misma porque vivo entre lo que quiero hacer y lo que tengo que hacer.
Las crisis dan por eso… son luchas entre lo que sí y lo que no.
¿Por qué a los cuarenta años aproximadamente?
Porque nuestra mente llega a ese punto donde decide que ya estuvo bien de aprender y experimentar; y toca poner en práctica.
Y resulta que cuando queremos poner en práctica tenemos esa lucha entre lo que sí y lo que no.
No es que nos entre una rebeldía sin causa y que queramos llevarle la contraria a todo el mundo y queramos mandar al diablo a todo el mundo… simplemente queremos ser nosotras… ser libres.
Eso es lo que queremos mostrar aquí, que todas las mujeres (y eso sí es general) queremos ser libres de ser quienes somos, sin prejuicios y sin etiquetas estúpidas sobre las “cuarentonas”.
Contamos nuestras experiencias, nuestro sentir, nuestro día a día, para que, quien nos lea, sepa que todas pasamos por estos momentos y que está bien, que no somos bichos raros y, sobre todo, que no estamos solas.
Simplemente estamos re-conociéndonos realmente y dejándonos ser y si eso implica que el resto del personal se va a molestar o se va a ir, adelante, la puerta es igual de grande para entrar que para salir. Pero también nosotras debemos entender que no pasa nada si la gente se va, sí es así es porque no era la gente que merecía estar con nosotras; ya llegará la gente adecuada.
Por lo pronto, yo he decidido ser la mejor versión de mí misma. Libre de pensamiento y acción, no quiero, ni voy a lastimar a nadie; pero mucho menos, voy a permitir que me lastimen o me hagan sentir que no soy suficiente.