Tal cual lo lees, despedí al tinte… todavía existe en mi cabello, pero no habrá más.
Por un lado quiero aclarar que no soy seguidora de modas, de hecho, todo lo contrario. Como buena Sagitario y Alma completamente libre; además de estar viviendo mi segunda adolescencia, no sigo a nadie ni nada, suelo ser, más bien, contreras en esos temas.
No soy pro movimiento Gray Hair
Tampoco quiere decir que esté en contra de dicho movimiento, soy fiel creyente de que el respeto es la base de la propia felicidad; así que respeto cualquier creencia o cualquier movimiento; pero eso no quiere decir que esté de acuerdo o que lo seguiré.
En mi opinión, creo que todo esto de la moda de dejarse las canas está mal enfocado. Empezando por el punto en el que lo utilizan como bandera de «empoderamiento» de la mujer, como si el dejarse las canas, por sí mismas, nos dieran poder o valor; y, aún peor, como si el teñirte el cabello te hiciera más débil o cobarde.
También he leído a algunas decir que es una manera de liberarse del yugo masculino, como si el dejarse las canas o teñirse el cabello les quitara el sueño a los hombres. Lo cierto es que hemos sido las propias mujeres las que hemos establecido esos estándares de belleza tan nefastos.
Analiza el tema y me darás la razón
Un hombre jamás te dirá que se te ve mal el cabello, que la ropa que traes no te queda bien, que las mujeres de «X» edad ya no se visten así, etc. Son las mujeres las que más critican a las mujeres.
Y todo eso tiene que ver con la educación que hemos recibido por generaciones y generaciones y generaciones… nos han enseñado a que la mujer tiene que estar «perfecta» para gustarle al otro o para ser mejor que la otra…
Pero ¿qué tal con los hombres?
A ellos y a nosotras nos dicen cosas como que «el hombre, como el oso, cuanto más feo más sabroso» o «los hombres con canas se ven más interesantes», etc.
Las canas y la edad
Lo que sí es cierto es que, desde siempre, se nos ha enseñado o mostrado que las canas son sinónimo de vejez. Nuestras abuelas eran las que tenían canas (en algunos casos, mi abuela materna se teñía el cabello hasta hace poco, por fin la vi con el cabello completamente blanco); nuestras mamás siempre estaban con el color perfecto, sin una cana y, mucho menos, el crecimiento oscuro.
Sin importar a qué edad te saliera tu primera cana, este cabello blanco (o gris, según el caso) era un recordatorio de que estabas envejeciendo y eso era casi «pecado mortal». Si no tenías el tinte perfecto o el que estaba de moda, vamos, peor aún, si se te notaba el color oscuro o alguna cana, no te bajaban de desarreglada, descuidada o pobre…
Las canas salen cuando les da la gana, les vale tres pimientos la edad que tengas, así que NO, no son un sinónimo de vejez.
¡Adiós al tinte!
Ahora bien, en mi caso, el despedir al tinte no quiere decir que esté dándole la bienvenida a las canas.
En realidad es más bien una bienvenida a mí misma; a quién soy y a quién quiero ser en adelante. En este proceso de auto-reconocimiento, aceptación y amor propio he decidido que quiero ser lo más natural posible porque quiero amarme tal cual soy; sea con canas o con el cabello negro.
Me he teñido el cabello desde los quince años, así que llevo la módica cantidad de treinta y un años con mi cabello de todos los colores y cortes que te puedas imaginar. Me he dado el gusto de hacer con mi cabello lo que he querido, pero siempre en función de no ser yo, sino de gustar a alguien más o, algunas veces, por llevar la contraria.
En todos estos años, no he permitido que se asomara ni el más mínimo rastro de mi cabello natural, así que no puedo decir si tengo muchas canas porque no tengo idea si las tengo; y peor aún, no sé siquiera de qué color es mi cabello.
Y es algo que me viene valiendo madres… lo único que quiero es, por primera vez, en mi adultez, tener mi cabello natural, dejarme ser tal cual.
Igual en cuanto vea mi cabello natural me disgusta tanto que vuelvo al tinte otra vez, no lo sé… Lo que sí sé es que si eso llega a pasar, ahora sí, será mi decisión y no la decisión de alguien más o, peor aún, por el miedo a que no le agrade a alguien por ser quien soy.