La culpa no me deja vivir y, a veces, me caigo tan gorda que yo misma quiero ahorcarme.
No lo he hecho porque he entendido que es parte del proceso de re-encontrarme conmigo y re-conocerme; pero de verdad que hay veces que quisiera hacerlo.
En esta parte de mi vida, en la cual estoy intentando ser yo misma, aceptarme y hacerme valer, de pronto, me veo dentro de un bucle de subidas y bajadas que logran marearme a lo bestia.
La culpa no me deja vivir tranquila
¿Por qué?
Porque en los tres pisos anteriores permití muchas cosas. Me escondí, mantuve a mi verdadero yo amordazado y atado en un rincón oscuro de mi personalidad.
Permití que otros tomaran el mando de mi propia nave y guiaran mi rumbo como si yo no supiera conducir este avionzote.
Me dejé llevar por el qué dirán, por lo que querían que fuera y que hiciera y no opuse la menor resistencia… básicamente me dejé llevar.
Hasta que llegué a este punto del viaje donde decidí que manejo de huevos, que soy capaz de decidir hacia dónde dirigirme y que puedo, perfectamente, conducir mi propia vida como me dé la gana… soy yo quien decide si está bien o mal.
Pero, claro, al resto del personal no le parece bien
Yo no sé si es que no me sienten capaz de decidir por mí misma y de manejar mi propia vida o si de plano es porque estaban a todo dar haciéndolo ellos.
El punto es que se sienten, se enfadan y me hacen sentir culpable de haberles quitado el control.
Y entonces me encuentro sintiéndome mal porque “pobrecitos”, ellos no saben lo que hacen, no lo hacen por joder, seguramente quieren lo mejor para mí y yo reaccionando de tal o cual manera.
Ahora que empiezo a manifestar lo que quiero, lo que no quiero, lo que me molesta, lo que no estoy dispuesta a permitir más; ellos se sacan de onda y actúan como si yo estuviera haciendo algo mal.
Y la culpa no me deja vivir…
Empiezo a pensar que quizás estoy haciendo mal, que debo dejarme llevar, que no tiene sentido tratar de hacer algo diferente, que es mejor que todo siga igual.
Pero algo dentro de mí grita desesperado y siento como si se estuviera asfixiando cada vez que me siento culpable o que intento volver a lo de antes.
En cambio cuando dejo salir a ese verdadero yo, por dentro me siento liberada. La culpa llega de afuera, de otros… no de mí.
Así que me encuentro en este proceso de lograr un equilibrio entre ambas partes o, de plano, darme cuenta que, quizás, el resto del personal no logre coincidir con mi viejo yo (porque no es nuevo, es el verdadero, el de siempre).
Entonces me entra la culpa, otra vez. Pero pienso que, después de todo, todo el personal me conoció así, como era.
Fue parte del proceso de transformación hasta llegar lo que acabé convirtiéndome; así que si me amaron entonces, sólo es cuestión de que recuerden que aquella fue la que hizo que me amaran en primer lugar, así que pueden perfectamente seguir amándome ahora que voy de regreso.
Si a eso le sumamos que, de alguna forma, no estaban muy contentos con lo que era hasta hace poco, deberían estar felices de ver que estoy recordando cómo era y que estoy volviendo a ser así. Eso deberían festejarlo junto conmigo.
Y sin embargo… la culpa no me deja vivir.
Pero lograré entender que cada quien es responsable de sí mismo, no hay culpables.