Soy una emprendedora del 4to piso y me está constando un huevo…
La verdad es que, como te contaba en mi post de la crisis de los cuarenta, llegué a un punto de mi vida (los cuarenta) en que sentía que mi vida había sido una pérdida de tiempo y que había llegado al momento que toda mujer teme (o por lo menos en mi caso), aquel donde sientes que ya nada más te queda sentarte a esperar que el fin llegue mientras te vas perdiendo en el camino.
Me sentía inútil e inservible porque, además de todo lo que ya dije, mis enanos entran en la adolescencia y se empiezan a “alejar”. Así que ya no le hacía falta…
Entonces tomé la decisión de hacer algo por mí, para demostrarme que era capaz de muchas cosas y decido hacer un negocio con lo que me apasionaba hacer, pintar botellas y tallar huevos; cosas que empecé a hacer para entretenerme en mis largos días de no servir para otra cosa.
La idea me entusiasmó, parecía niña con juguete nuevo y estaba toda ilusionada. Hasta que me encontré con todos los “problemas” que implicaba armar un negocio en internet.
Me encontré con un montón de términos, información y cosas tecnológicas que yo no imaginaba que existían. Soy de esa generación que se perdió en el limbo entre la generación “X” y los “millennials”; así que de no saber por dónde agarrar una computadora tenía que aprender un montón de cosas de todo tipo.
Lo que empezó como todo un sueño se convirtió en mi peor pesadilla
Soy una emprendedora y el tiempo me rendía todavía menos que antes. Eran tantas las cosas que tenía que aprender, hacer, implementar que parecía nunca terminar.
Mientras tanto, lidiando con la “bendita crisis” aquello fue un caos en toda la extensión de la palabra. Pasé por estados de euforia total, de emocionarme al máximo cada vez que conseguía algo nuevo de lo que no me creía capaz a estados de depresión excesiva, de no querer saber nada de nada ni de nadie; explotaba a la menor provocación y vivía en un estrés constante.
Lo que debió haber servido para aumentar mi confianza en mí misma, mejorar mi estado de ánimo y ayudarme a quitarme la mentalidad derrotista, se estaba convirtiendo en una losa pesadísima que, además, cargaba yo sola.
Llegó un punto en que lo mandé todo a la mierda, me di por vencida y asumí que eso no tenía sentido, que era mejor quedarme como estaba, es decir, conformarme con lo que estaba pasando en mi vida, en mi cabeza y en mi mente.
Hace unos meses caí en la cuenta de que el problema no era yo, pero sí estaba en mí.
No podía pretender levantarme un día y sentir que me comería al mundo a bocados, que me sentiría súper bien, útil, capaz y con la auto-estima por los cielos; primero necesitaba encontrarme, conocerme realmente para, entonces, decidir qué es lo que quiero y con base en eso, poder cumplir eso que quiero.
Una vez que hice eso, que no fue fácil, que no fue rápido; me di cuenta que cuando haces lo que realmente amas, lo disfrutas de tal manera que lo demás no importa. Disfrutas las horas de aprendizaje y de implementación, lo que lo hace pesado es querer hacer lo que los demás te dicen que hagas porque si no está en congruencia contigo valió madres; si no lo sientes no eres capaz de hacerlo realidad.
Así que estoy en este proceso de relanzar todo mi negocio de “Arte que calma tu mente y sana tu alma de huevos…y punto!” y además nació este proyecto del 4to piso; ambos me apasionan, hacen vibrar todo mi ser y hacen que me levante en las mañanas con la ilusión de hacer algo en ellos.
No ha sido fácil, me ha costado muchas lágrimas, muchos enojos, muchas discusiones, frustraciones, dolor; pero todo eso me ha enseñado un montón de cosas que hoy me siento orgullosa de haberlas pasado porque si no hubiera sido así no estaría hoy aquí haciendo lo que hago y, sobre todo, disfrutándolo tanto.