La Adolescencia, la edad del Chocolate, no sé si todas sientan lo mismo en mi situación, pero yo la sufrí y mucho.
Llegué a los cuarenta al mismo tiempo que mis enanos a esta etapa. Con eso de que ahora la adolescencia dura como cincuenta años, empecé con Santiago hace cinco y seguiré por mucho tiempo más.
En plena “crisis” entran mis enanos a esta edad en donde me pelan los ojos, me contestan de malas, no me quieren ni ver. Ni se me ocurra querer besarlos o abrazarlos porque parece que tuviera una enfermedad contagiosa.
Además, yo estoy sintiéndome de la fregada, el auto-estima por los suelos, inútil, fea, deforme… todos los peros y defectos que se te ocurran; y a ellos les da vergüenza que los vean con su “mami”.
No quieren que entre con o por ellos al colegio, si van a casa de alguien no quieren que me baje de la camioneta; si viene alguien, ellos quieren abrir la puerta, no hace falta que yo salga.
En fin, digamos que yo me sentía de la chingada y ellos no cooperaban.
Todo lo que hacía o decía, parecía molestarles y casi ni me hablaban.
Un día me dije ya no más, que hagan lo que les salga de los huevos, que pongan las jetas que quieran, que digan lo que quieran; les guste o no, soy su mamá y se aguantan. Así que era como “sobrellevar” la situación. Pero eso no estaba resultando bien porque, aunque, en apariencia, había paz; por dentro yo estaba triste, enojada y decepcionada, de ellos y de mí.
Sentía que había fallado como mamá, que yo (que siempre había dicho que quería ser la mejor mamá del mundo) había hecho algo mal con ellos para que me “odiaran” tanto, etc.
Fueron momentos duros y muy tristes, me sentía más sola que la una y además, mala madre.
Con el tiempo, me empezó a caer el veinte y me acordé de mi propia edad del Chocolate.
Fue como si me pusieran lentes… vi la edad del chocolate
Mis enanos no me odiaban, yo no había hecho nada malo, no era mala madre ni ellos malos hijos. Sólo estábamos un poco perdidos. Además que entendí que siempre he sido una madre demasiado controladora y eso no ayuda mucho en esta etapa.
Decidí soltar un poco el control. Sobre ellos y sobre las situaciones.
La edad del chocolate se llama así porque todo les choca y todo les late. Un día aman mis abrazos y al otro no me quieren ni ver. Un día disfrutan los video-juegos y al otro les entra el amor por la lectura.
No hacen las cosas por joderme, pobres, ni ellos mismos saben lo qué les pasa ni porque se sienten así. Si los observo detenidamente, me doy cuenta que, a veces, después de una jeta o una mala contestación, se quedan sorprendidos de lo que acaba de pasar.
Yo no sé si soy buena madre o no.
No sé si estoy criando buenos chicos o no. Todo eso se verá en el futuro.
Lo que sí es cierto es que hago mi mejor esfuerzo por ser la mejor, no comparada con otras, sino para ellos. Quiero ser la mejor mamá para ellos, para sus necesidades y no para las mías.
Sé que mis enanos me aman y yo los amo con locura, pero eso no quiere decir que me tengan que decir “te quiero” todos los días; si lo hacen genial, pero si lo demuestran, mejor.
Para mí es igual de valioso que me digan “quiero dormir contigo hoy” o “ayúdame a afeitarme”. A veces se dice más con el silencio que con las palabras.
Disfruta al máximo la edad del chocolate, tiene cosas padrísimas y es una etapa de muchísimo aprendizaje para ambas partes.